Por cuestiones que no vienen al caso y aunque en principio no me tocaba, entré de guardia el día de Nochebuena a mediodía. Como la familia llegaba a las once y media, quedé con K a las once de la mañana para así poder estar en casa con tiempo. Pero K no estaba en Potsdamer Platz a la hora convenida y cuando le llamé me dijo que todavía estaba en su casa (!) y que tardaría quince minutos en llegar...
Yo no había ido a comprar el regalo de mi suegro esa misma mañana para poder llegar a tiempo a la cita con K, y ahora estaba allí empapándome en la lluvia con un enfado creciente hacia los tópicos de la puntualidad alemana y española. Le dije que muy bien, que me iba a comprar un regalo y que ahora era yo el que necesitaba por lo menos veinte o treinta minutos hasta poder empezar la guardia.
Tras colgar, me dirigí con paso rápido a la galería comercial esperando que al menos tuvieran lo que tenía en mente. Al llegar al Saturn me fui derecho al primer dependiente que vi y le pregunté si tenían pedómetros. Me dijo que, como mucho, tendrían un modelo pero que a esas horas seguro que habían volado todos. Reconozco que, teniendo en cuenta que los regalos se dan en Alemania a las cuatro de la tarde en Nochebuena, ir a comprar un regalo a mediodía es jugársela un poco. Total, que al llegar a la estantería echó un vistazo y me dijo "
No queda ni uno. Si quiere podemos encargarle uno para dentro de unos días". Obviamente le dije que no, gracias y me fui a la puerta pensando en el plan B. Sólo que no había plan B...
De vuelta a donde había quedado con K y dos tiendas de deporte y una zapatería después, vi una farmacia y pensé que, quizás, quien sabe, es Navidad, total no pierdo nada, también tuvieran pedómetros. Al llegar a la dependienta le pregunté si tenían pedómetros y me miró con cara de no entender (lo cual se lo atribuyo a mi acento al hablar alemán, no al hecho de pretender comprar un pedómetro en una farmacia). A la tercera repetición de "
Pedómetro, un aparatito para medir el número de pasos" me sonrió y se fue a preguntar a otra dependienta y yo me quedé allí pensando que la esperanza es lo último que se pierde, y estaba a punto de perderla.
Al minuto vuelve con una cajita, y saca, oh, maravilla, un pedómetro que además es cronómetro, calcula distancia y calorías y no sé cuantas cosas más, así que le digo "
Me lo llevo de todas formas pero, cuánto cuesta?" Le chica me mira con una sonrisa todavía más grande y me dice "
Es gratis, es lo que estamos dando a los clientes como regalo de Navidad". Y entonces, con una sonrisa todavía más grande le suelto"
De verdad? Pues me llevo dos."
[Aunque esto pueda parecer un cuento de Navidad y no se lo crea nadie, todo es rigurosamente cierto. Y por cierto, mi suegro no lee mi blog :-) ]