Vuvuzelas

Una de las ventajas que le encuentro a este mundial (de fútbol) es que no hace falta ver los partidos. Cada vez que alguien mete un gol (da igual quien sea), siempre hay un amable espectador que ejercita su capacidad pulmonar haciendo de improvisado pregonero para el vecindario. Por supuesto, si juega Alemania, entonces la algarabía y el alboroto son de marca mayor.

Y ya que estamos con el tema, queridos contertulios, me es difícil obviar el hecho de que mañana juega España contra, precisamente, Alemania, así que me permitiré dos comentarios.

- El primero es que en mi familia ya hemos llegado a la final pase lo que pase (cosa que hace muy feliz a mi hija).

- Y el segundo es que, otra vez pase lo que pase, el jueves será un día intenso en la oficina. Si gana España la cosa será bastante fácil (para mí). Si gana Alemania, bueno, si gana Alemaniaserá un día muy, muy largo con todo el mundo pasando a recordarme el resultado.

En fin, llevo los suficientes campeonatos en el extranjero como para saber que unas veces se gana y otras se pierde, que lo importante es participar, etcétera, etcétera. Pero llegados a este punto, no estaría mal llegar a la final, pese a quien pese. Y ya que estamos, ganarla, claro.

Todo esto viene a cuento de que el domingo estuvimos en el Jardín Botánico y, entre otras muchas cosas, vimos a estos esforzados músicos darnos un concierto mientras combatíamos el calor. Al verlos, no puede evitar recordar las vuvuzelas de las narices, que es lo que me ha traído a esta entrada.