Friday, 26 December 2008

Cuento de Navidad

Por cuestiones que no vienen al caso y aunque en principio no me tocaba, entré de guardia el día de Nochebuena a mediodía. Como la familia llegaba a las once y media, quedé con K a las once de la mañana para así poder estar en casa con tiempo. Pero K no estaba en Potsdamer Platz a la hora convenida y cuando le llamé me dijo que todavía estaba en su casa (!) y que tardaría quince minutos en llegar...

Yo no había ido a comprar el regalo de mi suegro esa misma mañana para poder llegar a tiempo a la cita con K, y ahora estaba allí empapándome en la lluvia con un enfado creciente hacia los tópicos de la puntualidad alemana y española. Le dije que muy bien, que me iba a comprar un regalo y que ahora era yo el que necesitaba por lo menos veinte o treinta minutos hasta poder empezar la guardia.

Tras colgar, me dirigí con paso rápido a la galería comercial esperando que al menos tuvieran lo que tenía en mente. Al llegar al Saturn me fui derecho al primer dependiente que vi y le pregunté si tenían pedómetros. Me dijo que, como mucho, tendrían un modelo pero que a esas horas seguro que habían volado todos. Reconozco que, teniendo en cuenta que los regalos se dan en Alemania a las cuatro de la tarde en Nochebuena, ir a comprar un regalo a mediodía es jugársela un poco. Total, que al llegar a la estantería echó un vistazo y me dijo "No queda ni uno. Si quiere podemos encargarle uno para dentro de unos días". Obviamente le dije que no, gracias y me fui a la puerta pensando en el plan B. Sólo que no había plan B...

De vuelta a donde había quedado con K y dos tiendas de deporte y una zapatería después, vi una farmacia y pensé que, quizás, quien sabe, es Navidad, total no pierdo nada, también tuvieran pedómetros. Al llegar a la dependienta le pregunté si tenían pedómetros y me miró con cara de no entender (lo cual se lo atribuyo a mi acento al hablar alemán, no al hecho de pretender comprar un pedómetro en una farmacia). A la tercera repetición de "Pedómetro, un aparatito para medir el número de pasos" me sonrió y se fue a preguntar a otra dependienta y yo me quedé allí pensando que la esperanza es lo último que se pierde, y estaba a punto de perderla.

Al minuto vuelve con una cajita, y saca, oh, maravilla, un pedómetro que además es cronómetro, calcula distancia y calorías y no sé cuantas cosas más, así que le digo "Me lo llevo de todas formas pero, cuánto cuesta?" Le chica me mira con una sonrisa todavía más grande y me dice "Es gratis, es lo que estamos dando a los clientes como regalo de Navidad". Y entonces, con una sonrisa todavía más grande le suelto"De verdad? Pues me llevo dos."


[Aunque esto pueda parecer un cuento de Navidad y no se lo crea nadie, todo es rigurosamente cierto. Y por cierto, mi suegro no lee mi blog :-) ]

4 comments:

Vivianne said...

Que buena Juan Carlos, tu eres un cantador de cuentos e historias buenas, más recuerdo hace tiempo escribiste una muy linda, bueno de tal palo tal astilla, felicidades!!!

Kety said...

Para todo hay que tener tiempo. Para escribir más ¿verdad?
Es lo que tiene estar tan atareado.
Me gusta, reconozco que al principio no caía en la palabrita. ;-))

Besos. ya queda poco

Clarice Baricco said...

En serio fue verdad? Lindo.
Y sabes? qué bueno que K no llegó a tiempo, porque sino, no hubieras obtenido este regalito.

Me gustó conocer tu blog, gracias a Kety que apenas me enteré que es tu mami. Había visto tus fotos, lindas por cierto, pero sin imaginar la cercanía.

A tu mamita la quiero mucho.

Un abrazo y un feliz 2009

JC said...

La historia es cierta ciertísima. De hecho estaba a punto de clasificarla como anécdota en vez de como relato.