Caminábamos uno al lado del otro, cogidos de la mano, el paso acompasado. Ella vestía completamente de negro, las botas, el pantalón, el jersey y el abrigo, curiosamente lo mismo que yo. Aunque quizás no fuera casualidad y se tratara más bien de una traición del subconsciente. Íbamos en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos y la única forma de comunicación era un tenue apretón en la mano de vez en cuando. En mi caso justo cuando mi mente trataba de encontrar argumentos y al no encontrarlos sustituía la frustración por el deseo de mantenerla junto a mí. Otro detalle supongo que no menos importante era la maleta, su maleta.
Ahora, a pocos pasos de la estación, todo carecía ya de importancia. Los últimos días habían transcurrido para mí en un suspiro, todavía incapaz de entender lo que estaba ocurriendo, cegado a ratos tras las agrias discusiones, pensando alternativas imposibles, sintiendo que me partía en dos y observando como ella se preparaba. ¿Cuántas veces lo habré repasado todo mentalmente una y otra vez, intentando encontrar un fallo inexistente? Sólo de pensarlo me duele aún el alma, ese dolor tan intenso y especial que te destroza y ahoga por dentro ante lo inevitable. No es el dolor por el ser perdido, es… Bueno, tampoco lo sé explicar, y aunque lo supiera, ¿qué iba a arreglar con ello? Nada. Y tampoco había nadie a quien echarle la culpa. Eso es lo malo de la vida, que ni es justa ni pretende serlo, y no lo digo porque esté desencantado, no, simplemente es una lección que he aprendido, sólo eso.
Nos paramos unos metros antes de la puerta, una puerta que yo sabía que no atravesaría. Ella se giró y algo en mi cara y en mis azules ojos debió enseñarle ese dolor que antes decía no saber explicar, porque me acarició con su mano izquierda a la vez que trataba de darme ánimos con la mirada. El roce de su mano me dolió más aún porque ella también estaba sufriendo y sin embargo no lo dejaba traslucir, al menos no más allá de sus ojos enrojecidos. La maleta hizo un ruido sordo al caer sobre la fría acera mientras que yo le abrazaba con fuerza escondiendo mi cara en su pelo. Mi cuerpo temblaba como la noche en que empezó todo, en aquella plaza desierta de Madrid, hacía ya tanto tiempo. Al igual que entonces podía sentir las lágrimas recorriendo mis mejillas, aquellas ganas de abandonarme a los sollozos…
Me separé, todavía con ella en los brazos, y dije como pude “Adiós, ______, cuídate mucho, por favor”. Ella acercó sus labios a los míos una vez más, la última, y luego con un hilo de voz mientras que volvía a acariciarme la cara me dijo: “Sí, ________, cuídate tú también, adiós”
Y se acabó. Cogió su maleta y dio media vuelta mientras yo enjugaba una lágrima. Yo me quedé allí un momento viendo como desaparecía de mi vida tras la puerta. Seguramente había muchas más personas alrededor, no lo sé, no lo recuerdo. Lo que sí recuerdo es que se volvió un instante, quizás para comprobar si yo seguía allí viéndola marchar, quizás para retener una última
imagen. Ésa que cierra una historia.
Este relato lo escribí el 17 de enero de 1999, un domingo que amaneció lloviendo en la Base Aérea de Armilla, donde estaba haciendo la instrucción para el servicio de formación de cuadros de mando (es decir, la mili). En realidad me había quedado en la Base para preparar el examen de Armamento, pero la inspiración viene cuando viene...
Monday, 30 April 2007
Friday, 27 April 2007
Despedida (ella)
Finalmente habíamos decidido ir andando a la estación. No por nada, quizás por alargar la despedida un poco más. La excusa era que la estación estaba cerca de casa y que la maleta no pesaba demasiado. De hecho era yo quien llevaba la maleta y no él, pese a su oferta. Pero también era yo quien se iba y le dejaba, no al revés, así que aunque fuera simbólicamente a mí me correspondía llevar el peso. Sólo me llevaba lo imprescindible, el resto se quedaba metido en cajas con aquellas grandes pegatinas con la nueva dirección. Él se había encargado de rotular todo, como si temiera perder mis señas y, por si acaso, intentara aprendérselas de memoria.
En los últimos días habíamos estado los dos muy solícitos el uno con el otro, más que de costumbre, de tal forma que cuando no estábamos discutiendo una vez más, apurábamos los últimos instantes conscientes de que aquello se acababa. Ahora, mientras que caminábamos en silencio, podía sentir como él me apretaba la mano de vez en cuando, sin ninguna razón aparente.
Supongo que a él también se le estarían pasando por la cabeza muchas de las cosas ocurridas en los últimos meses, demasiadas tal vez como para pretender no rendirse al dolor de la despedida.
Nunca me había imaginado que todo acabaría así, pero era la mejor opción. El cariño no me bastaba para mantenernos juntos y no podía pedirle prestado parte de su amor, por grande que fuera no bastaba para llenar mis huecos. Y tampoco bastaba con que él me quisiera mucho, además hay que saber amar y en ese campo él había demostrado repetidamente su inexperiencia. Él todavía no lo entendía, pero con el tiempo se daría cuenta de todo lo que
ahora no veía, cegado como estaba por el presente.
Antes de llegar a la puerta me paré, dispuesta a que allí y entonces acabara todo. No había ninguna razón para que él entrara. Al girarme pude ver en sus ojos azules que la vida iba a serle muy difícil una vez que yo desapareciera, pero el tiempo todo lo cura. No es que las cosas duelan menos, es que el dolor desaparece mucho antes. Yo lo sabía por experiencias pasadas, ahora le tocaba a él aprender esta dura y amarga lección. Hubiera querido explicárselo con palabras pero sólo atiné a mirarle a los ojos y acariciarle la mejilla con mi mano izquierda. Al tocarle sentí que me faltaban las fuerzas y dejé caer la maleta, que golpeó la acera al mismo tiempo que él me abrazaba y se esforzaba por disimular las lágrimas y los temblores, igual que ocurrió aquella primera vez en Madrid, como si fuera un niño grande, vencido por la emoción.
Después de un segundo eterno, se separó un poco, lo justo para decirme: "Adiós, ______, cuídate mucho, por favor". Me acerqué para besarle y acariciarle una vez más, y sacando fuerzas
de donde no las había contesté: "Sí, _________, cuídate tú también, adiós". En realidad hubiera sido mucho mejor decirle que me olvidara cuanto antes, pero lo mejor no es siempre compatible con lo sensato y él no lo hubiera entendido, no entonces, y mucho menos si era yo quien lo decía...
Cogí la maleta y me volví, incapaz de seguir viéndole llorar y avancé dispuesta a no mirar atrás. Sin embargo, un momento antes de llegar a la puerta me traicioné y me volví para verle marchar. Pero lo único que vi era como seguía allí, atesorando los segundos, todos y cada uno hasta el último. Me volví de nuevo y atravesé la puerta sintiendo el descanso de haber cerrado un capítulo más en mi vida, quizás no el más alegre ni del que más satisfecha me sentía, pero al menos había jugado limpio hasta el final. De repente me sorprendí al pensar que, efectivamente, aquello era el final. Sólo que no era el final, era el comienzo, y lo que era más importante, lo era para los dos.
Este relato lo escribí en la Base Aérea de Torrejón, en el verano de 1999, como segunda parte del relato "Despedia (él)". Estuve allí de julio a diciembre, haciendo la mili como alférez y reconozco que hacer la mili con una estrella en cada hombrera es un lujo :-)
En los últimos días habíamos estado los dos muy solícitos el uno con el otro, más que de costumbre, de tal forma que cuando no estábamos discutiendo una vez más, apurábamos los últimos instantes conscientes de que aquello se acababa. Ahora, mientras que caminábamos en silencio, podía sentir como él me apretaba la mano de vez en cuando, sin ninguna razón aparente.
Supongo que a él también se le estarían pasando por la cabeza muchas de las cosas ocurridas en los últimos meses, demasiadas tal vez como para pretender no rendirse al dolor de la despedida.
Nunca me había imaginado que todo acabaría así, pero era la mejor opción. El cariño no me bastaba para mantenernos juntos y no podía pedirle prestado parte de su amor, por grande que fuera no bastaba para llenar mis huecos. Y tampoco bastaba con que él me quisiera mucho, además hay que saber amar y en ese campo él había demostrado repetidamente su inexperiencia. Él todavía no lo entendía, pero con el tiempo se daría cuenta de todo lo que
ahora no veía, cegado como estaba por el presente.
Antes de llegar a la puerta me paré, dispuesta a que allí y entonces acabara todo. No había ninguna razón para que él entrara. Al girarme pude ver en sus ojos azules que la vida iba a serle muy difícil una vez que yo desapareciera, pero el tiempo todo lo cura. No es que las cosas duelan menos, es que el dolor desaparece mucho antes. Yo lo sabía por experiencias pasadas, ahora le tocaba a él aprender esta dura y amarga lección. Hubiera querido explicárselo con palabras pero sólo atiné a mirarle a los ojos y acariciarle la mejilla con mi mano izquierda. Al tocarle sentí que me faltaban las fuerzas y dejé caer la maleta, que golpeó la acera al mismo tiempo que él me abrazaba y se esforzaba por disimular las lágrimas y los temblores, igual que ocurrió aquella primera vez en Madrid, como si fuera un niño grande, vencido por la emoción.
Después de un segundo eterno, se separó un poco, lo justo para decirme: "Adiós, ______, cuídate mucho, por favor". Me acerqué para besarle y acariciarle una vez más, y sacando fuerzas
de donde no las había contesté: "Sí, _________, cuídate tú también, adiós". En realidad hubiera sido mucho mejor decirle que me olvidara cuanto antes, pero lo mejor no es siempre compatible con lo sensato y él no lo hubiera entendido, no entonces, y mucho menos si era yo quien lo decía...
Cogí la maleta y me volví, incapaz de seguir viéndole llorar y avancé dispuesta a no mirar atrás. Sin embargo, un momento antes de llegar a la puerta me traicioné y me volví para verle marchar. Pero lo único que vi era como seguía allí, atesorando los segundos, todos y cada uno hasta el último. Me volví de nuevo y atravesé la puerta sintiendo el descanso de haber cerrado un capítulo más en mi vida, quizás no el más alegre ni del que más satisfecha me sentía, pero al menos había jugado limpio hasta el final. De repente me sorprendí al pensar que, efectivamente, aquello era el final. Sólo que no era el final, era el comienzo, y lo que era más importante, lo era para los dos.
Este relato lo escribí en la Base Aérea de Torrejón, en el verano de 1999, como segunda parte del relato "Despedia (él)". Estuve allí de julio a diciembre, haciendo la mili como alférez y reconozco que hacer la mili con una estrella en cada hombrera es un lujo :-)
Thursday, 26 April 2007
Dem Deutschen Volke...
Otro sitio famoso en Berlín, obligatorio para los turistas. La entrada al Reichstag es gratuíta (con lo cual las colas algunos días son inmensas) y la vista desde lo alto de la cúpula merece mucho la pena.
El sitio es bastante solemne así que lo que más me sorprendió el domingo pasado fue que había un cartel que prohíbe hacer barbacoas!
This is another famous spot in Berlin, compulsory for most tourists, if nothing else because entering the Reichstag is free and the view from the top of the dome is really good.
The funny and amazing bit is that there is a signpost saying you are not allowed to do barbacues in the lawn!
Tuesday, 24 April 2007
Discrepando con el gran Forges...
Hace un par de meses vi una viñeta de Forges en la que invitaba al lector a averiguar en menos de cinco segundos en que país se encontraba la terraza del dibujo. Yo, sin pensármelo dos veces, pensé: Alemania! pero creo que Forges estaba pensando en España.
No sé, el caso es que la foto de arriba la tomé el domingo pasado aquí en Berlín. La viñeta se puede leer en este link.
Vosotros mismos...
A couple of months ago I saw a comic strip from Forges asking the reader to find out within five seconds to which country the pictured balcony belonged. I thought immediately that it was Germany, although I have the feeling that Forges was thinking of Spain.
In any case, the photo above was taken last Sunday here in Berlin. The comic strip can be found in this link (in Spanish).
Up to you...
No sé, el caso es que la foto de arriba la tomé el domingo pasado aquí en Berlín. La viñeta se puede leer en este link.
Vosotros mismos...
A couple of months ago I saw a comic strip from Forges asking the reader to find out within five seconds to which country the pictured balcony belonged. I thought immediately that it was Germany, although I have the feeling that Forges was thinking of Spain.
In any case, the photo above was taken last Sunday here in Berlin. The comic strip can be found in this link (in Spanish).
Up to you...
Wednesday, 18 April 2007
Antes y después...
Foto A
Foto B
Prueba de agudeza visual: Una foto está tomada antes que la otra. Adivina cual es cual:-)
Before and after...
Visual exercise: One shot was taken before the other. Which one is which? :-)
Tuesday, 17 April 2007
Friday, 13 April 2007
El fútbol y la vida...
El otro día cuando iba al trabajo (o quizás cuando volvía a casa, no me acuerdo bien) comentaban en la radio que aquí en Berlín el número de nacimientos ha sufrido un aumento bastante grande con respecto a otros años. Y la causa no es otra que la alegría general por el mundial de fútbol del año pasado (haced cuentas y contad los meses).
Y eso que no ganaron. ¿Alguien sabe si ha pasado algo parecido en Italia?
La foto la tomé en septiembre (el día del tour fotográfico en bici de la entrada anterior). La escultura estaba entre el Reichstag y la Hauptbahnhof.
Thursday, 12 April 2007
Berlín...
Como alguno podría haber notado, la foto de la cabecera está hecha en Berlín, en concreto en Leipziger Platz mirando hacia Potsdamer Platz. Es un sitio lleno de vida (bueno, y de turistas, o a lo mejor tiene vida porque hay turistas, esto es un poco como el huevo y la gallina).
Un día me pillé la bici y me fui por Berlín haciendo fotos de algunos de mis sitios preferidos. A mitad de mañana se me acabó la batería, que la tenía a medio cargar (cosas que pasan), así que todavía tengo unas cuantas fotos pendientes.
Como cosa curiosa, algunos de los edificios son de pega (pincha en la foto par verla un poco más grande). En realidad son andamios con una lona encima con el dibujo de las ventanas. Son los que tienen la publicidad en la fachada y están a los dos lados de la embajada canadiense (cuarto edificio por la derecha). No sé si algún día construirán los edificios que faltan o simplemente se dedicarán a explotar los beneficios de las vallas publicitarias.
Friday, 6 April 2007
La vanidad es más fuerte que la vergüenza...
Me dan ganas de decir "Probando, probando..., uno, dos, tres, se oye?.. Sí, sí..., probando, probando", porque al fin y al cabo de eso es de lo que se trata, no?
Subscribe to:
Posts (Atom)